Historia de un encuentro
A- El
paisaje era frondoso, lleno de altas matas y árboles dando al lugar un hermoso
paisaje para la vista de los visitantes. Al fondo se observaba el caminar de
río Amazona, envuelto en grandes saltos, arrastrando todo lo que encontraba a
su paso, solo contemplarlo, se me ponía los pelos de punta, temiendo caer en
sus garras.
J- Mientras
el sonido de tambores acarrean las aves que circulan el cielo buscando las
señales de lo que cantan.
A- Me
encontraba en un país muy lejano de mi destino, pero a pesar de todo, parecía
que era mi casa, sentía su humedad en mi cuerpo, su aire me era familiar y los
pájaros me saludaban como si de toda la vida me conociesen.
J- No pude más que
sonreír y respirar profundamente, era tan feliz.
Como
crecen ahora bailando, con el sonido de las cañas, las emociones ya no quedan
atrapadas, se hipnotizan con los tambores...
A- Así me sentía yo, atrapado
por las emociones, por los sonidos de los tambores, y es que aquella tierra la
conocía también, como si toda mi vida la hubiese desarrollado en ella. Y es que
mi gran amiga, a pesar de la distancia, me dibujo y describió mil veces, como
eran esos frondosos lugares, lleno de magia y bujería, de pasión y candor, de
emociones y locuras.
J- El
viento atrapa los nudillos de mi vientre, tu mente vive en mi boca disuasiva,
las pieles caen de los árboles envejecidos
A- Y
allí, como en un sueño, empezaron a asomarse, detalles, objetos, músicas,
palabras muy conocidas para mí. Pero de dónde salía, quién las depositaban y mi
corazón se aceleró, intentando indagar todo lo que a cada paso me surgía.
Estaba extasiado de tanta belleza, de tantas emociones, sentía que no podías
estar muy lejos.
J- En
hojas de otoño traigo envuelto aquel nido que sembramos cuando los momentos
tenían oídos y las palabras mañanas de rocíos...
A- Apareciste detrás de unas rocas, con semblante sereno,
con la sonrisa en la boca, con un traje blanco como la mañana, con un ramo de
flores y con la felicidad que invadía tu cuerpo. Ambos, nos quedamos por unos
momentos, extasiados, sin saber qué hacer, fueron instantes eternos, con la
duda de saltar, gritar o correr.
J- Vuela
una lágrima, fértil, próspera, el
nenúfar se recoge en la nostalgia de aquel beso que recibí detrás de aquel
muerdago, ¿lo recuerdas?
Somos
ahora fronteras que pintan trazos en las murallas del espacio invisible...
A- Cómo
poder olvidarlo, si todavía su perfume invade mi cuerpo, mi mente y mi alma. Cómo olvidar, si me limpiaste las
heridas que los muerdagos me hicieron, con qué suavidad, limpiaste cada una de
las gotas de mi sangre, con paciencia con amor y con palabras hermosas, sacada
de los mejores libros de tu cabeza.
Por
Jacqueline y Amador, Agosto 2006
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